jueves, 1 de noviembre de 2012

Capítulo 5: El renacer del Fénix

El hombre siguió recorriendo la calle mientras el sol le golpeaba la espalda. La bicicleta era barata, la de la empresa. El ciclista estaba muy delgado, se notaba que no tenía una vida sana. Su ropa estaba limpia, aunque se notaba que era barata. Tal vez de mercadillo. Lanzó un periódico en el jardín de una casa con la puerta marrón. La casa era muy grande, incluso de dos pisos. El jardín era enorme e increíblemente bonito. El hombre tenía mucha envidia, él vivía en una caravana de mala muerte que podía pagar con dificultades. La tenía enchufada todo el día y el 80% de lo que ganaba repartiendo periódicos lo gastaba en la luz y el agua de la caravana. Nunca la movía, porque no se podía permitir la gasolina. La tenía siempre aparcada en un recinto para caravanas, había que pagar unos cientos de dolares al mes y a cambio tenías un lugar donde dejar tu casita y  luz y agua para vivir. Su vida era muy simple, muy austera, no tenía ni un solo lujo. Ganaba 700$ al mes, gastaba unos 500 o 600 $ al mes en la caravana, y 100 $ en comida. Estuvo un par de meses trabajando repartiendo Pizzas, con lo que pudo comprarse ropa nueva y todo lo que pudo para cuidarse en su vida nueva. Una nevera pequeña, una cama medio decente, zapatos, gel, mucho gel. Se deshizo de todas sus drogas y alcohol, llevaba dos años sin acercarse a una botella.
Drogas y alcohol, tráfico y pelas, robos y asesinatos. Con ello lo perdió todo, y al deshacerse de eso sintió que recuperaba su vida. Una vida pobre, una vida sin lujos, una vida que para muchos no sería vida. Pero para él era vida, se sentía muy vivo. Estuvo dos semanas vomitando y durmiendo cuando lo dejó todo, a causa de el accidente que tuvo. Tal vez mejor llamarlo el que causó. No podía olvidarlo, lo que había hecho. Seguía pensando que había matado a ese hombre, o mujer, o familia. Quiso acabar con su vida, pues sentía que esta ya no valía nada. Pero ni a eso se atrevió, decidió lanzar por la ventana todo lo que le destruía por dentro (y por fuera) para así ganarse una vida nueva. Una vida a cambio de la que destrozó.
Stan no parecía exactamente un hombre con suerte. Le faltaba mucho pelo, sus dientes no estaban en perfectas condiciones y había perdido mucho peso. Se notaba que no estaba sano pero en estos meses, ¿o tal vez habían pasado ya años?, había ganado ya algo de peso. Vestía ropa de mercadillo, muy barata y con colores apagados. Tenía cuatro pantalones y cuatro camisetas contadas. Para él ya era suficiente. Tal vez no tenía la mejor vida del mundo, pero tenía un sitio donde dormir y su salud empezaba a volver a su dolorido cuerpo.
Le dolía ir al baño, le dolía dormir, lo que más le dolía era vomitar. Para cada día que pasaba significaba menos dolor, menos pobreza, más humanidad. También había conseguido 2 trabajos, siempre le rechazaban en las entrevistas pero tuvo suerte en dos. Le costó conseguir el trabajo de repartidor de pizzas. Tenía carnet de moto y ya estaba lo bastante recuperado para montar una. Pero su aspecto no les gustó nada a los entrevistadores. Él fue sincero, les explicó que su pasado no era nada que envidiar pero había decidido dar un giro en su vida y empezar a ser un hombre nuevo. Le dieron un voto de confianza hasta que un día de demasiada calor se desmayó mientras conducía. Suerte que iba a poca velocidad y cayó en un parque con el césped alto. Le despidieron por su salud y porque podría no entregar todas las pizzas, pero llegó a cobrar 1.00$ durante tres meses. Ahora llevaba dos meses con el trabajo de los periódicos, ganaba menos dinero pero ya había gastado lo necesario en ropa y las necesidad para su "casa" así que sus gastos eran algo menores. Creía que su suerte era de cuento, pero le daba igual no creérselo del todo pues al menos ahora era el nuevo Stan. Un Stan demasiado delgado, con unos dientes destrozados y una vida de pobreza. Pero sentía limpia su alma.
Repartió el último periódico y volvió a la oficina.
- ¿Ha entregado todos los periódicos? - Le dijo el hombre calvo que estaba a cargo de la empresa.
- Sí señor, he podido entregarlos todos sin problemas.
- Así me gusta. - El hombre no confiaba en él, pero parecía que la gente quería darle un voto de confianza por la fuerza que desprendía. Stan no era un hombre sano y tenía un pasado turbio, pero se esforzaba por ser un hombre nuevo, bueno y eso se notaba. Y quien lo notaba confiaba en él y decidía darle una oportunidad. - Por cierto, ha venido un hombre preguntando por usted. Dijo que tenía una oferta y que le esperaría en la cafetería de enfrente. Que fuese cuando acabase y él le reconocería.
Stan se sintió intrigado. ¿Quién estaría interesado en buscarle a él? Le dio las gracias a su jefe y dejó el casco y la chaqueta en su taquilla. Se limpió la cara y se miró sus dientes. Ahorraba cada mes para unos dientes nuevos, quería una sonrisa bonita. Quería gustarle a las mujeres, aunque fuese a una. Salió de la oficina despidiendo a sus compañeros y cruzó la carretera con mucho cuidado. Entró a la cafetería la cual estaba medio llena. Había parejas tomando café, un hombre hablando por el teléfono, una abuela con su nieto comiendo Croissants, un señor en la barra leyendo un periódico. Este hombre dejó el periódico cuando él entró y se dirigió hacia él.
 - Señor Charles, le estaba esperando. - El hombre vestía un traje completamente negro y llevaba el pelo corto, muy corto. Parecía muy rico y Stan sintió envidia al momento. Se veía muy sano, con una sonrisa bonita y las gafas colgando de su cuello le daban un aire interesante.
- Sí, sí señor. ¿Qué quería? - Stan se ponía nervioso delante de personas poderosas, o al menos que a él le parecían poderosas.
- Venga conmigo a la mesa, le invitaré a un café una pasta. ¿Bebe café?
- No señor, una vez leí que manchaba los dientes y no quiero empeorarlos. Aprendí a leer hace unos meses, encontré un libro sobre ello en la basura. - No sabía porqué había dicho eso, pero le gustaba que la gente supiera que sabía leer.
El hombre le sonrió y le dijo que era 'Un hombre sabio que sabía lo que había que hacer'. Stan le dio las gracias y le siguió a la mesa. Pidió un zumo de naranja y un bocadillo pequeño. El hombre empezó a hablar:
- Verá Señor Charles, trabajo para un hombre muy poderoso que ha estado investigando a diferentes personas. Él precisa de sus servicios para un trabajo importante. No se preocupe, esta investigación ha sido totalmente legal. Puede denunciarnos si quiere pero le aseguro que perderá el caso. Google sigue siendo legal. - Stan estaba muy nervioso, no entendía nada. ¿Por qué había buscado nada sobre él? Le dijo que no se preocupara, que no le denunciaría. Le pidió que siguiera. - Bien, tiene un trabajo para usted. Le pagaremos un cambio de imagen, un piso, un curso rápido para llevar eficientemente este trabajo. Tendrá todo lo que pida y notará un gran cambio en su vida. Todo esto llegará después de la reunión con mi jefe en la cual él le explicará sobre qué consiste este trabajo. ¿Está interesado?
Stan sudaba como un cerdo, bebió el zumo de un trago y empezó a pensar todo lo que había dicho. Un piso nueva, una imagen nueva, conocimientos nuevos. Todo a cambio de un trabajo. Demasiado bueno, demasiado bueno. También había encontrado un par de libros en la basura y los había leído. Tardó dos semanas para leerse uno de sesenta páginas, leía cada noche y le costaba mucho avanzar. Pero estaba muy orgulloso, podía leer. Había aprendido en la escuela, el poco tiempo que fue. Pero lo había olvidado casi todo con el tiempo. Recordó algo que había leído: "Si algo es demasiado bueno para ser verdad, no lo es". Claramente eso era demasiado bueno, no confiaba en ese hombre. 
- Señor, esto... - Balbuceaba, se sentía impotente frente a gente con poder. - ¿Seguro que no se equivoca? Con problemas sé leer, me despidieron de un trabajo por desmayarme y vivo en una caravana. Si ha estado investigando sabrá que he pasado gran parte de mi vida entre drogas y delitos. - Había leído un libro sobre gente rica, había aprendido a hablar como ellos. - ¿Por qué su jefe me busca a mí? ¿Por qué yo? 
El hombre sonrió y le dejó una tarjeta en la barra, después de levantó y se colocó las gafas. 
- Caballero, yo le he ofrecido la oferta el explicársela es cosa de él. En la tarjeta está apuntado el lugar y la hora de la reunión. En el reverso, delante está apuntada la información sobre él. Si quiere también puede investigar un poco. Estoy seguro que le veré la semana que viene. 
Stan cogió la targeta y le dio la vuelta, estaba escrito en bolígrafo el lugar: "Areoporte de Nevo Yokr". No, lo había leído mal, lo intentó de nuevo: "Aeroporto de Neva Yerk". No, no acababa de entender las letras. Al final lo entendió: "Aeropuerto de Nueva York".
Stan corrió fuera de la cafetería y vio al hombre llamando a un taxi, se dirigió hacia él:
- Señor, debe haber un error. ¿Por qué en el aeropuerto? ¿Por qué no en sus oficinas?
El hombre de las gafas le sonrió una vez más.
- El Señor Álvarez es Español, le recibiré yo en el aeropuerto y viajaremos a Barcelona en su avión privado. Estuvo hace poco un mes trabajando aquí por unos asuntos profesionales pero ha tenido que volver a Barcelona donde está su oficina central. Señor Charles, le encantará España. 
Stan Charles se quedó ahí, viendo como el coche amarillo con la palabra 'TAXI' se alejaba de él. Un hombre rico, Barcelona, España, Álvarez. No entendía nada. Él no hablaba Español. Empezó a caminar hacia su casa pensando si aceptar o no esa oferta. Pero lo más importante era: ¿Cómo iría hasta el Aeropuerto si él vivía en Brooklyn? Volvió a coger la tarjeta y la leyó entera:

Luís Álvarez, Director Ejecutivo de Acciones Álvarez. Oficinas AA, Plaça de Catalunya, Barcelona. 

Abajo ponía algo más en bolígrafo: "Taxis A.A. en Nueva York" Y seguido de un número de teléfono, le costaba mucho entender los números. Un español rico con un avión privado le iba a arreglar la vida y hasta tenía un servicio de Taxis en Estados Unidos. Demasiado bueno para ser verdad. 

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