jueves, 11 de octubre de 2012

Capítulo 2: Mar de vómitos

Stan se despertó a medianoche, o tal vez seguía siendo por la tarde. Llevaba dos días, o tres, o una semana durmiendo; parando sólo para comer, beber, ir al baño. Sus ojos le escocían mucho, tenía un mal sabor de boca muy desagradable y había varias botellas tiradas por su cuarto. Si a eso se le podía llamar cuarto.
Stan nunca fue un hombre con mucha suerte. A los 10 años su madre murió, su padre la mató de una paliza. Desde entonces su padre vivía en la cárcel, o malvivía, a no ser que ya lo hubiesen matado. Creció con su abuela desde entonces, todo le era consentido y era un chico muy educado, culto o sano. A los 13 años empezó a probar diversas drogas: beber casi cada día con amigos, fumar porros o alguna pastilla cuando le invitaban a fiestas. Una vez hizo una fiesta en la casa de su abuela y la habitación de invitados se incendió. Su abuela se llevó un disgusto muy grande, el seguro pudo pagar el incendio y las pérdidas pero ella no lo superó. Estuvo unos meses sin dirigirle la palabra a su nieto, hasta que él se fue de casa. A los 15 años robó su primer coche, partiendo la ventanilla de un codazo. Lo atraparon y le dejaron libre, tuvo suerte de ser menor. Empezó a traficar droga, así pudo ganar lo suficiente como pagarse una habitación de mala muerte en una casa de ocupas y algo de comida. Estuvo dos años viviendo con los ocupas y traficando.
A los 17 años se compró una casa con todo lo que ganó traficando y robando. Luego descubrió que no podía pagarla y se la embargaron, a los 19 años compró una caravana y vive en ella desde entonces. Una caravana pequeña, sucia y maloliente. Pero con techo y cama.
Lleva desde los 20 años en el paro, ganando dinero de vez en cuando vendiendo algo de droga, acostándose con numerosas prostitutas y metiéndose en alguna u otra pelea. Nunca había matado a nadie, ni siquiera acuchillarlo. En las peleas nunca llevaba armas, prefería ir a puño desnudo para hacer daño pero no matar. Nunca robaba a ancianos, ni niños pequeños. Nunca se metía con vagabundos o prostitutas, es más, les respetaba bastante. Tenía una relación íntima con una prostituta, Amanda. Iba a verla al menos una vez cada dos meses y siempre le pagaba algo más de lo que pedía.
Nunca había matado a nadie, hasta ahora. Hacía unos días, no recordaba cuántos, había robado un coche para venderlo a unos traficantes de un nivel superior. Iba con el coche a una velocidad algo elevada para alejarse rápidamente del lugar del crimen. Se saltó un semáforo y chocó contra otro coche. Pudo salir bastante ileso, con un corte en el labio y a su opinión algún dedo roto. La gente se acercó rápidamente al lugar del accidente y empezó a asomarse por las ventanillas de los coches para auxiliar a los heridos. En su coche no encontraron a nadie, él huyó tan pronto como pudo. No sabe cómo le fue al otro, u a la otra. Tal vez iba toda una familia en el otro coche. O tal vez era otro ladrón de coches con mala suerte.No sabía si también resultó sólo herido o si murió. No tuvo tiempo de comprobarlo, él sólo quería huir de ahí.
¿Y si le había matado? Tal vez había dejado a una familia sin padre, o sin hijo. Tal vez había matado a alguien importante, tal vez fuese el Presidente de los Estados Unidos. No, si fuera él ya le hubiesen encontrado. Pero empezó a pensar en quién podría haber muerto, en que tal vez había acabado con una vida. El mal sabor de boca empezó a crecer y le volvieron a venir ganas de vomitar. Corrió hacia el baño y se echó sobre el váter. 
Una vez más, vómitos en el baño. Había vomitado por la ventana y en la cocina. Había vomitado en su cama y se había dormido sobre el vómito. Había vomitado mientras se duchaba y tubo que ducharse una vez más. Dormía, pensaba y vomitaba. Llevaba así ya unos días y no sabía cuándo acabaría esto. Intentó convencerse de que no había muerto nadie, que seguramente sólo tendría un par de moratones y estaría riéndose con su esposa y sus hijos de la mala suerte que tenía. Pero no lograba convencerse, creía que estaba muerto y volvía a vomitar. Vomitar, echando litros de odio y asquerosidad por la boca. Odio a sí mismo, a lo que había hecho, a haber robado ese coche, a no haber esperado en el semáforo. Ahora odiaba su nombre, su caravana, su pasado y su presente. Odiaba a sus padres, a su abuela y a los otros traficantes. Les odiaba a todos, pero a ninguno por encima de él.
Se limpió la cara y se sentó en el banco de la caravana, estaba en el centro de esta y le servía como comedor, junto a una pequeña mesa y una radio que sólo funcionaba los Martes. Abrió el cajón del techo de la caravana y sacó una caja de zapatos. Se quedó observando la caja, pensando si esa sería la solución. Una vida por otra vida. Abrió la caja y sacó la pistola, la cargó y se puso el cañón en la sien. Luego dejó la pistola sobre la mesa y empezó a llorar. Ahogó sus penas en J&B y empezó a golpear la mesa. Empezó a sangrar por los puños y volvió a coger el arma. Le dolía la garganta, le apestaba el aliento, le dolía la cabeza, las manos y los dedos. Estaba mareado, asustado y lleno de odio. Se colocó el cañón en la barbilla y deseó que todo acabara.

3 comentarios:

  1. Algunos "fallos" ortográficos: "Creció con su abuela desde entonces, todo le era consentido y no era por ese entonces un chico muy educado, culto o sano" (repetición de entonces).
    ¿"a su opinión" está bien dicho?
    Demasiados "tal vez" en torno al... ¿5º? párrafo.
    PERO EH, me gusta, está mejor redactado que el anterior.
    Obviamente esta es mi humilde opinión; a mí me gustan las críticas constructivas, por eso las doy.

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  2. Cierto, debería borrar un entonces.
    Diría que sí está bien dicho, pero sé que suena raro. Pero no mal.
    Ahora miro los tal vez.

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  3. Visto lo de los tal vez, son necesarios. Hay que dejar bien claro que duda, que no sabe qué ha hecho.

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